NO ES CÁRCEL, ES UN CASTILLO

“Guardare tu ley siempre, para siempre y eternamente.
Y andaré en libertad, porque busque tus mandamientos.”

Salmo 119:44,45

     En este articulo quisiera tratar un tema sencillo pero en verdad que nos puede ayudar. Lo quise titular “No es cárcel, es un castillo”. Y esto respecto a los “límites” puestas tal vez por nuestros padres o alguna autoridad puesta por Dios sobre nosotros. Un castillo es un edificio o conjunto de edificios, cercados de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones que sirven como fortalezas de protección frente a los ataques de los enemigos. En el Salmo 119:44-45 podemos leer: “Guardare tu ley siempre, para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, porque busque tus mandamientos”. Ahora, quiero resaltar la parte del texto que dice: “Y andaré en libertad, porque busque tus mandamientos”. A veces los jóvenes se sienten presos porque, según sus perspectivas propias, no los dejan ser “libres”. Tienen que vivir bajo reglas puestas por sus padres o alguna otra autoridad, y algunos viven pensando: “¿Cuando será el día en que me pueda salir ya de esta cárcel en la que mis padres me tienen?, ya quiero cumplir la mayoría de edad y volar y explorar el mundo”. Pero no saben que toda autoridad es puesta por Dios a nosotros para nuestro cuidado, y es un cerco de protección, un castillo a nuestras vidas como jóvenes.

     Siendo yo mayor de edad, aún necesito tener autoridades sobre mi vida. Ya no vivo con mis padres, pero eso no me  hace “libre” de vivir la vida como a mí me plazca; viéndolo de la manera espiritual,  pertenecemos al Señor y el se encarga de poner en nuestras vidas personas que también son adecuadas para nuestro cuidado. Uno de ellos, aparte de tus padres, es tu pastor. Dios lo puso en tu vida para que puedas recibir el pan espiritual cada vez que te reúnes en tu Iglesia local (He. 13:17). Otra autoridad podrían ser los policías de tu comunidad. Romanos 13:1 dice: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Cada uno de esos principios es básico para nuestras vidas. Cuantos jóvenes nos han precedido  y se han ido antes de tiempo por causa de salirse del “castillo” en el cual Dios los había puesto; Muchos así, desobedecen a los padres, se brincan las reglas establecidas y sufren también consecuencias irreversibles.

     Existen principios, tal vez en tu Iglesia, de como deben vestir decentemente las señoritas, pero la mayoría de ellas se brincan ese principio y visten de manera que va en contra de lo que sus padres le han querido inculcar, no sabiendo que se están brincando un muro de protección; pues, por esa causa, provocan en los hombres malos deseos que los lleva a cometer actos inmorales y tal vez a causar abuso  que hubiera sido evitado si tan solo hubieran permanecido en el castillo. Pudieran ser los amigos que tenemos, nos llevan a hacer cosas que no debemos pero si nuestros padres ya nos han advertido acerca de que esas compañías no son buenas, no deberíamos estar con ellas. No que no les hablemos, pero ¿Qué comunión tiene las tinieblas con la luz?. Alguien podría tacharme de extremista o legalista, pero en verdad que todos esos principios son para nuestra protección, son como nuestro “castillo”. Alguien preguntara: ¿Por qué los cristianos no toman licor, cerveza o por qué en sus fiestas no hay todas esas cosas?. La respuesta es fácil, uno porque simplemente son cosas que no nos convienen. Segundo, porque esas cosas tienden a provocar los deseos de la carne. Gal. 5:19-21 dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Debemos de andar sabiamente para con los de afuera y dar testimonio como hijos de luz. Si en tu Iglesia o en tu casa te dicen que hagas algo o sigas alguna regla o principio, llévalas a cabo, es para tu Bien.

     Quizás alguno cuestionará: “Pero eso no viene en la Biblia, ¿Donde dice eso en la biblia?”. Un ejemplo, la Biblia literalmente no dice: No fumaras. Pero si enseña y dice que somos templo del Espíritu de Dios (1 Cor. 6:18-19), y por lo tanto debemos mantenerlo alejados de todo aquello que pueda destruirlo y más que nada arruine nuestro testimonio. En mi iglesia hay ciertas reglas que los jóvenes tenemos que seguir. La mayoría de ellos las han traído desde su hogar y les han ayudado a poder estar protegidos de los ataques del diablo. Sabemos que la Palabra de Dios y la oración, nuestra comunión con Dios, son nuestro mayor escudo y las armas por medio de las cuales podemos vencer. Pero varios jóvenes han caído en fornicación por haberse salido de la protección de sus padres; un ejemplo: Cuando dos jóvenes se están tratando en una relación y empieza a haber besos, abrazos, y caricias antes del matrimonio, son más vulnerables al pecado de la fornicación y al final pueden hasta terminar en discordia y la señorita es la que tiene ahora que trabajar para mantener a su posible bebé no planificado; sus padres le habían advertido y no hizo caso, su pastor igual, y el joven irresponsable la abandono. TODO TIENE SU TIEMPO. Varios han sufrido accidentes por deliberadamente desafiar a sus padres y salirse a lugares y con amigos que no debían y ya no están aquí, murieron en accidentes porque sus padres eran unos “aburridos” que no los dejaban ser “libres” y llegar a su casa a la hora que querían.  No te salgas de la protección de tus padres antes de tiempo, más bien disfrútalos; disfruta tu iglesia, es el lugar más hermoso en cual tu pudieras crecer, recuerda que el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar. Y para terminar, más que las reglas, tu estándar de vida debe ser la Palabra de Dios, ella te guiara y te ayudara a discernir acerca de esto que te estuve compartiendo líneas atrás: Y andaré en libertad, porque busque tus mandamientos. Como lo mencioné en el artículo anterior citando el Salmo 119:9 “¿Con que limpiara el joven su camino? Con guardar tu palabra.”

     Si los mandamientos de Dios están bien grabados en nuestros corazones, no se nos dificultaría obedecer a las instrucción que nuestras autoridades nos dan para nuestra protección. Un regla de tránsito pide a un conductor que maneje despacio, no para hacerle la vida imposible a los conductores, sino para que no se accidente él y cause daño también a otros; tenemos semáforos, líneas que marcan el límite de los carriles, señalamientos, etc. Están puestos para hacerle la vida de “cuadritos” a los conductores? ¡NO! Están para nuestra protección y así andemos libres, pues si brincas o quebrantas uno de estos, te multarán y si es posible te llevarán a la cárcel. Muchos piensan que salir del hogar es libertad,  pero es todo lo contrario, pues pensando que ya no tendrás que obedecer a los padres, no nos damos cuenta que a donde quiera que vayamos  estaremos bajo la autoridad de alguien, sea  para bien o sea para mal. Dice la Escritura en Hechos 26:17 hablando el Señor Jesús a Pablo, enviándolo a los gentiles: “…para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”. Y en otro pasaje también dice: “…no podéis servir a dos señores…” No despreciemos la protección que Dios nos ha brindado, si aun no es tiempo, no busques falsa libertad. La libertad la tenemos en Cristo, pero también dice la Escritura que no la usemos para ocasión de la carne. No te salgas del castillo, permanece en él, no es cárcel, es un castillo puesto por Dios en tu vida, una protección y con la Palabra de Dios en tu vida, vivirás seguro y confiado y disfrutarás la vida en el Señor. No olvides el verso: “Y andaré en libertad, porque busque tus mandamientos”.   

CARLOS CANCINO
”RC. Columna y Baluarte”

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